Este es un extracto del libro "El extraterrestre eres tú"
Hans Rudi Giger, artista gráfico y escultor suizo, fue el
encargado de diseñar al icónico Xenomorfo, una criatura biomecánica con rasgos
corporales y sexuales perturbadores, que fusiona lo orgánico con lo mecánico y
lo familiar con lo alienígena. Profundamente influenciado por el horror
cósmico de H.P. Lovecraft, Giger capturó a la perfección la esencia de lo
desconocido y lo incomprensible. Giger ya había desarrollado esta estética singular en
publicaciones anteriores, como Necronomicon (1977), una colección de
ilustraciones que fascinó al guionista Dan O’Bannon y lo llevó a proponer a Giger como diseñador para Alien. En concreto, se basó en Necronom IV, una visión de pesadilla maligna que combina
parte insecto, parte humano y parte serpiente; Giger explicó:
Al
principio no teníamos idea de cómo debía lucir el alienígena. En la mayoría de
las películas de terror, el monstruo parece muy inverosímil e incluso ridículo.
Y una vez que lo ves, la película pierde fuerza porque solo parece un hombre
disfrazado... Queríamos un monstruo muy inusual, uno creíble. El
"cambiador metamórfico" que constituye las tres etapas diferentes del
monstruo en Alien se basa en miedos primigenios hacia las cosas
que reptan y se arrastran. La mezcla viscosa de insecto, crustáceo y serpiente
logra evocar una respuesta de repulsión asfixiante
La efectividad del xenomorfo depende
en gran medida de lo que podría llamarse la plausibilidad de esa fusión. Las
formas misteriosas y aterradoras parecen estar en el proceso de volverse
animadas. Esto es generalmente más impactante cuando la fuente original de la
imagen resulta reconocible
El xenomorfo de Alien resulta profundamente inquietante porque evoca
un tipo de horror centrado en lo corporal, vinculado al miedo a la intrusión,
transformación y destrucción del cuerpo humano. Este tipo de terror encuentra
su desarrollo teórico en el concepto de la abyección, desarrollado por Julia
Kristeva en su
ensayo Powers of Horror: An Essay on Abjection
El xenomorfo encarna a la perfección las
características de lo abyecto. Su diseño, que combina elementos orgánicos
reconocibles con una apariencia inhumana, lo sitúa en un limbo entre lo
familiar y lo extraño, lo humano y lo alienígena, lo que genera una mezcla
inquietante de repulsión, fascinación y miedo. Incluso, su propia entidad
resulta abyecta cuando su cuerpo sangra fluidos inusuales —su sangre es ácida—, se deforma o se regenera de formas que
violan las reglas de la biología —su ciclo
reproductivo incluye cuatro estadios antinaturales que, además, implican una
penetración violenta del cuerpo humano. Este tipo de representación alienígena
se ajusta a la categoría de lo que no es ni sujeto ni objeto, entidades que no
son Otro en el sentido humano, ni objetos en el sentido utilitario, sino
algo que trasciende los límites de lo comprensible y lo socialmente aceptable. La
representación de lo abyecto está profundamente vinculada a la dicotomía entre
lo puro y lo impuro, lo sagrado y lo profano. Esta característica se manifiesta
en la naturaleza del extraterrestre como una fuerza contaminante que introduce
elementos externos capaces de amenazar la pureza de la humanidad o el orden
social establecido. Ejemplos claros de esta dinámica se encuentran en La
Cosa, (The Thing, 1982, John Carpenter), donde un organismo alienígena asimila y
suplanta cuerpos humanos, y en Species (1995,
Roger Donaldson), donde el proceso de hibridación humano-extraterrestre desafía
las fronteras entre lo humano y lo inhumano. Ambas obras exploran cómo estas
entidades abyectas desestabilizan los límites de lo aceptable y ponen en peligro
tanto la identidad individual como la cohesión social. En Horizonte final (Event
horizon, 1997, Paul W.S. Anderson), la abyección toma forma en la posesión infernal, donde una fuerza
extradimensional convierte la nave en un espacio de corrupción absoluta y
subvierte la lógica humana y el orden físico.
En suma, la alteridad radical encuentra una metáfora óptima en los
extraterrestres, tanto por su diferencia física o su capacidad destructiva como
también porque desafían profundamente nuestra identidad. Esto se refleja también
en otras estructuras narrativas ya analizadas previamente donde los alienígenas
se presentan como humanos comunes y corrientes que han sido convertidos —La invasión de los ladrones de cuerpos (1956), El pueblo de los malditos (1960), La invasión de los ultracuerpos (1978)
o The Faculty (1998).
Su capacidad para reemplazarnos genera una angustia primordial que cuestiona la
estabilidad de la identidad, la cohesión social y la percepción de la realidad
misma. De este modo, construyen un sentimiento de abyección psicológica de
enorme impacto, que desestabiliza tanto lo individual como lo colectivo.
La moralidad del xenomorfo es un
tema complejo. Según lo que se interpreta de las diferentes películas de la
saga, esta criatura carece de conciencia en términos humanos; actúa únicamente
por instinto y necesidad, lo que la convierte en un depredador natural en su
entorno. Su ciclo biológico, que incluye la reproducción mediante una intrusión
violenta en sus huéspedes, no responde a decisiones éticas o morales, sino a la
supervivencia de la especie. Sin embargo, hay dos escenas de asesinato a
miembros de la tripulación que podrían interpretarse como signos de maldad, ya
que la criatura parece recrearse en el sufrimiento que inflige. En el ataque a
Dallas (Tom Skerrit), en los conductos de ventilación, al
intentar expulsar al xenomorfo al espacio, el alien demuestra un comportamiento
calculado y paciente, lo acecha en la oscuridad y utiliza el entorno a su
favor. El ataque muestra su capacidad para cazar y dominar a su presa y parece
aprovechar el miedo de Dallas para su propio disfrute. El ataque a Lambert (Veronica
Cartwright) es mucho más perturbador, tanto por la
ejecución como por la atmósfera que lo rodea. Lambert queda paralizada por el
miedo mientras el xenomorfo la acorrala y ella muestra una ausencia total de
resistencia. En esta escena, el xenomorfo parece de nuevo alargar el momento, la
acecha de forma deliberadamente lenta, como si disfrutara del impacto
psicológico en su víctima. La muerte de Lambert se sugiere fuera de cuadro,
pero los gritos de angustia y sufrimiento que se escuchan son prolongados e
intensos, lo que implica que el xenomorfo no mata rápidamente, sino que alarga
su agonía.
[i] Apodado "Space
Jockey" por el equipo de producción, está fusionado con la estructura de
la nave, lo que sugiere una tecnología orgánica y plantea preguntas sobre su
origen, naturaleza y relación con la especie alienígena.
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